Ángel, después de merendar y hacer los deberes, bajaba a una plaza que había junto a su casa a jugar con sus amigas y amigos. En la plaza había un pequeño campo de fútbol y varias veces a la semana jugaban partidos.
Ese día Ángel llegó antes que los demás. Pasaba el tiempo y estaba ya un poquito aburrido. Se sentó junto a un árbol. El árbol también estaba aburrido como él y comenzó a tirar hojas para llamar la atención del niño. Cuando cayó la primera hoja, él no hizo caso, pero cuando siguieron cayendo, se intrigó un poco porque no hacía viento.
Entonces cayeron muchas más, mientras se oían unas risas algo extrañas. Esto sí que intrigó a Ángel.
Se oyó la voz del árbol; era una voz diferente a las que él conocía y preguntó: ¿Quién habla?, no conozco tu voz.
-Soy el árbol que está junto a ti. -¿Qué dices, un árbol que habla?, no me hagas reír.
– Pues es cierto, hablo, pero cuando quiero y con quien quiero.
-Entonces no me engañas.
-Yo no engaño a nadie, ni miento; es feo y nunca hago eso.
-¿Y qué quieres de mí?. –Bueno, estoy aburrido como tú; ¿Cómo te llamas, niño?
-Me llamo Ángel y estoy esperando a mis amigos y amigas para jugar al fútbol.
– Parece que hoy están tardando. – Estarán acabando los deberes, pero ahora no me aburro porque estoy contigo.
– ¿Y tú cómo te llamas?. – Pues me conocen como Árbol Primero, porque soy el primero que plantaron. Es un nombre algo raro. – Sí, pero es que los árboles tenemos unos nombres diferentes a las personas.
-Ah no lo sabía. ¿Y qué quieres de mí además de conversar?. – Pues quiero que me conozcas y que sepas lo que los árboles podemos hacer por los humanos. El otro día os oí decir que os preocupan los cambios que hay en el mundo, las sequías, las lluvias torrenciales… y quiero ayudaros.
– ¿Sí, y cómo lo harás?, porque los mayores no tienen prisa en solucionar el problema. No se dan cuenta de lo importante que es.
-Es cierto, por eso quiero proponerte algo. – ¿ Y qué es?. -Pues algo que llevo tiempo pensando.
– Cuéntame, que te escucho con atención.
-Me ha dicho un amigo gorrión que hay pocos parques en la ciudad y he pensado que entre todos juntos podríamos trabajar para solucionar ese problema. – ¿Y cómo?
– Te voy a contar cuántas cosas hacemos los árboles para ayudar a los humanos. Empieza a contar, Ángel.
UNO -Los árboles, cuando respiramos echamos oxígeno por las hojas. – ¡Entonces mejoráis el aire!. –Sí, y recogemos el dióxido de carbono, que es malo, introduciéndolo en la tierra: Eso os ayuda a respirar mejor. – Gracias, Árbol Primero.
DOS -Damos humedad al ambiente y estáis más fresquitos. –Eso tampoco lo sabía, y no me lo creo. – Pues haz la prueba en verano y ya me lo dirás, podemos bajar la temperatura varios grados. -¿Y por dónde sale esa humedad?.- Pues por las hojas ja, ja, ja.- No te rías de mí, no lo sabía, es broma, no te enfades. Los árboles también ayudamos con nuestras hojas a frenar el viento. – Sí, yo antes de ir al cole veo desde mi ventana si hace viento por el movimiento de vuestras hojas.
TRES –Además nosotros recogemos las partículas muy pequeñinas, unas que no se ven, pero son muy malas para los pulmones y las atrapamos. Y para esas ondas que hacen daño, las UV-B, os hacemos de paraguas. – Pues no sabía yo que los árboles podíais hacer tanto por las personas. – Y por los animales también. – Ya lo sé: vosotros sois las casitas de muchos animales.
CUATRO –También damos alimento: producimos manzanas, peras, albaricoques, piñas, aguacates, ciruelas… y muchísimas otras frutas y también damos nuestra madera. – Claro, mi cama y mi pupitre son de madera y mi silla y, y muchísimas cosas. -Y además también os damos resina y corcho. – Yo con los tapones de corcho y palillos de dientes hago animalillos. – Ja, ja, me tienes que enseñar alguno.
CINCO -Nosotros os ayudamos a reconocer las estaciones del año. –Cierto, se me había olvidado.
-Pero Árbol, hay muchos lugares sin ningún árbol. –Sí, es muy triste verlo todo como un desierto. –Pues en eso también podemos ayudar. –No me digas, cuenta, cuenta. –Si se plantan árboles en esos lugares, se ayuda a que el suelo se fije y no se pierda. Algunas aves me han dicho que para frenar el desierto en África están plantando millones de árboles que ayudarán a que llueva y poder cultivar. – ¡Anda!.
-Y por último, te diré un secreto: los árboles os ayudamos a mejorar la atención y a disminuir la ansiedad. -Pues tengo amigos que les cuesta mucho trabajo concentrarse, y a veces están ansiosos y no saben por qué.
Árbol, me encanta todo lo que me has explicado. – ¿Y eso lo saben los mayores? – Pues claro que sí. –¿ Y por qué no llenan las ciudades de árboles?. – No lo sé ni lo entiendo, pero allá ellos.- ¡Pues esto no puede ser, hay que cambiarlo ya!
A lo lejos se oían las voces de los niños. – Bueno me callo, que ya están aquí tus amigos. – Gracias Árbol. ¿Te puedo rodear con mis brazos y darte un abrazo? –Pues claro que sí, ahora y cada vez que quieras.
Esa tarde no jugaron al fútbol. Ángel estuvo explicándoles todo lo que le había dicho su amigo el árbol y decidieron que lo hablarían en el cole, en sus casas y con toda la gente que les pudiera ayudar a plantar muchos, muchísimos árboles.
Cuentan que con el paso del tiempo la ciudad fue conocida como “ La Ciudad de los Árboles”.
Y poco a poco la Región se llenó de árboles y fue imitada por otras.
F I N © Mª Teresa Carretero García