Marila, joven hada, vio por primera vez a la niña una mañana paseando por el bosque . Tras unos pinos divisó una casita. Se acercó y la vio jugando con un gato.
A través de la ventana pudo ver ropa por el suelo, platos en la mesa con restos de comida y mondas de fruta.
Pensó: esta niña vive sola y nadie la ha enseñado a ser ordenada y limpiar la casa. En un rincón había una escoba, que le llamó la atención… Pero qué extraño que viva sola -pensó.
Otro día, la encontró en la puerta de la casa con su gato, que llevaba una patita vendada y un bastón.
¿Qué le ha pasado?, preguntó el hada. La niña respondió: el rabo se le enganchó en una teja rota y se cayó del tejado sin darle tiempo a caer de pie.
¡Qué disgusto!, dijo el hada. ¿Y no conoces tú ningún remedio para curarlo? Hierbas, conjuros…
La niña respondió: no sé qué son esas cosas. No tengo a nadie que me enseñe.
No te preocupes, dijo Marila, ya aprenderás. -Eso espero; me llamo Yoli y mi gato Tramposo, dijo la niña.
Marila convocó para esa noche, una reunión de hadas urgente.
Amigas, dijo: tenemos un problema: Hay una niña que vive sola en el bosque. No sabe limpiar ni ordenar la casa ni qué debe comer, ni cómo obtener comida en el bosque.
Bueno, dijo el Hada Mayor: lo importante es que aprenda a buscarse el sustento. Lo demás, ya lo aprenderá.
Una joven hada dijo: tengo una idea. Podemos ordenarle la casa y hacerle la comida con nuestra varita mágica. El hada más anciana dijo: eso se puede hacer alguna vez, pero ella debe aprender a ser ordenada y a vivir como todo el mundo.
Bueno, hay algo más que debéis saber -dijo Marila.
-Rápido, dijo un hada joven, que la luna me está esperando para enseñarme una canción.
El hada anciana volvió a hablar y dijo: Si estamos tratando algo importante, lo demás espera ¿Entendido, jovencita?…
Marila continuó: el problema es que… que es una brujita.
¿Quéee? Será una broma, ¿no?, gritó un hada. -No, no, nos estás tomando el pelo, dijo otra.
-No, dijo Marila, es una brujita, una brujita de verdad.
Se formó un gran alboroto. Todas gritaban y decían: ni hablar, ni hablar. No queremos una brujita.
Un hada tomó la palabra y dijo: Lo siento, Marila; las hadas y las brujas no son amigas; no te podemos ayudar.
Por favor, por favor, repetía Marila; dejadme que me explique.
Bueno, pero rápido –dijo otra.
-Vive sola, y nadie la ha instruido en los secretos ni en las magias de las brujas.
¿Y tú cómo lo sabes?, preguntó un hada. Porque tiene un gato que lleva una pata vendada y bastón, y no lo ha sabido curar: eso es una de las primeras cosas que aprenden las brujas.
Además tenía la típica escoba. Si le ayudamos, podemos conseguir que sea una bruja buena.
Un hada dijo: buena, buena, eso es difícil. La más anciana comentó: Yo he conocido brujas buenas; no muchas, pero sí las hay. Todas callaron, y la más anciana continuó: Marila, te responderemos la próxima luna llena. -Pero… replicó Marila. -No te impacientes, respondió la anciana: es pasado mañana.
Marila, sin perder el tiempo, comenzó a instruir a la brujita.
Si las demás no me ayudan, lo haré yo sola, pensó.
En la reunión de hadas, la más anciana dijo: te damos la oportunidad de enseñar y educar a la niña. Será tu responsabilidad.
Marila enseñó a Yoli a reconocer en el bosque los alimentos que podía comer. Pronto aprendió a distinguir los frutos y hierbas comestibles de los que no son saludables.
El hada fue enseñándole todo lo que debía saber para poder vivir. Pasó el tiempo y la niña se hizo mayor.
Un día el hada le explicó a Yoli: Yo soy un hada y tú una brujita.
Yoli, se sorprendió: ¿Cómo me has enseñado tanto si las brujas y las hadas no son amigas?
Marila, poniéndole la mano en el hombro le dijo: Tú estabas sola y necesitabas ayuda, y yo te la di.
A ti te toca ser una bruja buena o una mala: es tu elección.
Pero lo que decidas no podrás cambiarlo después. Ten mucho cuidado con lo que eliges.
Meses después encontró a Yoli y a Tramposo. Iban con un niño y una niña. ¿Dónde vas, Yoli? dijo Marila.
A llevar a estos niños a su casa: se han escapado y ahora no saben volver. Tienen miedo y quieren estar con sus papás.
Me encanta ayudar a la gente en el bosque, explicó Yoli. El hada sonrió y la abrazó: Te quiero, Yoli –dijo. -Y yo a ti, hada Marila.
FIN
© Mª Teresa Carretero