Hace mucho, mucho tiempo un señor llamado Esopo escribió historias entretenidas que aún hoy siguen siendo apropiadas, como esta del Cuervo y el Zorro.
En un bosque vivía un cuervo negro que emitía unos graznidos nada agradables.
También vivía por allí un zorro muy astuto que intentaba ganarse la vida trabajando lo menos posible.
Iba un día el zorro husmeando por el bosque para encontrar algo que comer. En lo alto de un árbol vio sobre una rama un cuervo que sostenía algo en su pico.
Se acercó más y vio lo que llevaba el cuervo: era un queso que echaba un olor riquísimo.
Sus tripas comenzaron a rugir, del hambre que tenía. Callaos, tripas, que vamos a asustar al cuervo, dijo el zorro.
- Hola, señor Cuervo, ¿qué tal la mañana?. El cuervo movía los ojos pero no le contestaba.
- ¿Está usted afónico?. El cuervo seguía callado pero ahora movía las alas.
- – Qué pena: ¡con la bonita voz que tiene y no puede alegrar el bosque con su canto!
Entonces el cuervo, muy orgulloso de su voz y de lo que decía el zorro, abrió su boca para cantar y comenzó a lanzar sus fuertes graznidos.
En ese momento cayó de su boca el queso, que el zorro recogió rápidamente y echó a correr con él: Ja Ja Ja, reía.
¡Por vanidoso te has quedado sin el queso!, le dijo. ¡Otra vez, duda de quien te adule, y no le hagas caso!
(Adaptación: Mª Teresa Carretero).