Ángel y la Cabaña de Vacaciones
Como todos los años, Angel iba de vacaciones al pueblo de sus abuelos. Allí coincidía con sus amigos Pedrito, Juanín, Antoñito y Manolín. El pueblo era muy bonito, con mucho verde. Había cerca un rio y a los niños les gustaba acercarse a él. Alguna vez habían ido con sus padres y se habían bañado, pero las aguas estaban muy frías y preferían bañarse en la piscina del pueblo.
Ese año habían decidido hacerse una cabaña secreta, donde guardar los tesoros que encontraban. Pidieron permiso al abuelo de Manolín para poder construirla, pues el terreno era propiedad de don Roque. Este, muy gustoso, les dijo que sí, que podrían construir la cabaña. La única condición que les puso es que no podían encender fuego, porque, el monte estaba muy seco y se podría quemar. Abuelo, dijo Manolín: no te preocupes: no encenderemos fuego. Nosotros queremos que no se queme este bosque tan bonito.
El abuelo les dio instrucciones sobre cómo hacer una sencilla cabaña para los juegos.
Muy contentos comenzaron a proyectar la cabaña. Cada uno tenía una idea diferente y tuvieron que ponerse de acuerdo. Después hicieron un dibujo de cómo sería la cabaña y cada uno se dedicó a trabajar en lo que mejor sabía hacer. Lo primero, dijo Manolín, es buscar un buen sitio. Tiene que estar en una zona llana y no cerca de alguna pendiente. Eso dice mi abuelo, porque con la lluvia se puede destruir.
Buena idea, observó Pedrito. Tenemos que buscar los materiales para hacerla, dijo Ángel. Yo, añadió Juanín, cuando iba en la bici he visto cerca del pueblo palets tirados en el suelo. ¿Y eso qué es?, preguntó Antoñito. Son esas maderas donde ponen materiales de construcción y otras cosas, pero hay que transportarlas y separar los listones. Eso es mucho trabajo, dijo Angel. Mi abuelo Roque nos enseñará a hacerlo, terció muy orgulloso Manolín. Muy bien, Ahora, vámonos a casa, que nos estarán buscando. Es verdad, dijo Antoñito: es la hora de comer. Esta tarde hablaremos con el abuelo Roque sobre las maderas y mañana muy temprano nos reunimos para comenzar a construir nuestra cabaña. Habla con tu abuelo y dile que iremos. De acuerdo, hasta luego.
Como era un secreto, ninguno lo contó en casa. Por la tarde merendaron en casa del abuelo Roque, quien les explicó muchas cosas y les dijo que iría al día siguiente con ellos al monte. Por la mañana temprano, los niños y el abuelo fueron a buscar los palets, pero alguien se había adelantado y se había llevado todos menos uno. No os preocupéis, en el monte encontraremos ramas y troncos que se cayeron durante una tormenta y los usaremos. Pero recogeremos este palet que nos servirá. Todos trabajaron y en poco tiempo tenían levantadas las paredes de la cabaña. Utilizaron lo que les pudo servir. ¿ Ahora cómo seguimos?, dijeron los niños, muy preocupados. ¿Vosotros qué creéis que se hace?. Pues el tejado, respondieron a coro. Pero eso sí que es difícil.
Nada, vamos a ello, dijo Roque. Los trozos de tabla los usaremos para el techo colocándonos inclinados sobre las paredes. Ángel, súbete a ese tronco y con cuidado clava un clavo en cada tabla de madera como os he enseñado. Pero queda espacio entre las tablas, dijo Juanín y nos mojaremos. No os preocupéis que yo sé cómo se hace.


Cubrieron el techo con ramas de árboles. Ahora volvemos a casa que es hora de comer y nos estarán buscando.
Al día siguiente volvieron todos los niños con el abuelo. Este llevaba un plástico para cubrir el tejado. lo que hicieron entre todos. Y ahora, siguió el abuelo, buscaremos trozos de hierba con su tierra y los pondremos encima. Lo demás lo termináis vosotros. Muchas gracias, abuelo.
Así, con la ayuda de Roque, Angel y sus amigos pronto tuvieron casi terminada la cabaña. Miraron información en Internet y lograron hacer una puerta para la cabaña. A partir de ese momento, la cabaña se convirtió en su lugar de reunión. Trajeron cuentos, una cantimplora una linterna y sus tirachinas por si tenían que defenderse de algo.


Terminó el verano y cerraron la cabaña hasta el verano siguiente, no sin antes escribir un mensaje: “Si estás por aquí y necesitas refugiarte del frio, el viento, la lluvia o la nieve lo puedes hacer, pero por favor, no estropees nuestra cabaña. Somos unos niños que la hemos construido con la ayuda del abuelo Roque y quisiéramos seguir usándola”. Cuando volvían al pueblo, iban callados, pues les daba pena despedirse de la cabaña. Al año que viene, dijo Pedrito, la terminaremos y la pondremos como nos guste.
Pasó el invierno, que fue frío y con muchas tormentas. A veces cuando hablaban por whatsapp recordaban la cabaña, tenían muchas ganas de ver si había resistido las tormentas, o el viento la habría derribado.
Llegaron las vacaciones y lo primero que hicieron al llegar al pueblo fue ir a ver si la cabaña seguía en pie. La sorpresa fue mayúscula: La cabaña no solo seguía en pie, sino que tenía una ventana, la puerta, estaba cambiada y era mucho más resistente. Cuando abrieron la puerta su sorpresa fue aún mayor: habían puesto un suelo, habían hecho una cama con troncos de madera y estanterías, donde habían colocado la cantimplora, la linterna y los tirachinas y los cuentos Había una pequeña mesa donde estaba el escrito que ellos habían dejado. Ángel tomó el papel, vio que por detrás estaba escrito y lo leyó en voz alta a sus amigos: Hola niños, he tenido que usar vuestra cabaña, porque me perdí en el monte y me torcí un pie durante una tormenta. No podía andar, la cabaña fue mi refugio. Cuando me mejoré aproveché para haceros más cómoda la cabaña. Espero os guste. Muchas gracias. Vuestro amigo desconocido Daniel.
FIN
© Mª Teresa Carretero García