El Albergue de las dos Amigas
Estaba una cerdita en su cochinera esperando que le dieran de comer.
Pasaron las horas y su amo no venía. Tenía hambre y sed. –¿Cómo es posible que mi amo se haya olvidado de mí?, pensaba la cerdita.
Pasó la mañana y nadie vino.
Por la tarde, Juani, que así se llamaba la cerdita, tenía ya mucha hambre y mucha sed. Entonces decidió salir a buscarse la vida. Con cuidado abrió la puerta y salió al prado.
Era inmenso: todo verde, verde. Juani comió hierba y más hierba hasta hartarse y bebió muchísima agua. Después se tumbó al sol y se entretuvo mirando las flores. Al poco rato pasó por allí una corderilla muy guapa.


¿Dónde vas, corderilla?. -Voy de paseo. –Pues quédate aquí conmigo, que estoy sola tomando el sol.
Bueno, dijo la corderilla; me llamo Rosita, y tú? Yo soy Juani, dijo la cerdita. ¿Qué haces sola en el prado?
-Mi amo ha desaparecido y he salido para comer y beber; ¿y tú, Rosita?
-Yo me he escapado porque mi ama ha dicho que ya estaba casi criada y como vienen las fiestas, seguro que me comerán.
-No digas eso, Rosita. – ¡Pero si es verdad, Juani!
-Si te quieres quedar conmigo, tengo sitio en la cuadra.
-Bueno, ya lo pensaré, dijo Rosita. Esa noche durmieron las dos en la cuadra haciéndose compañía.


A los pocos días encontraron una tortuga boca arriba en el prado. La tortuga intentaba ponerse en pie pero no podía.
-He tropezado con una piedra y me he volcado, decía. Rosita y Juani le ayudaron a ponerse en pie.
Gracias, dijo la tortuga.
– ¿Adónde vas, tortuga? -Por ahí, a buscar comida.
-Pues en este prado hay mucha, dijo Rosita, la corderilla. –Sí, pero yo quiero ver mundo.
-Bueno, ya sabes dónde estamos; si quieres jugar con nosotras, ven cuando quieras.
Esa noche Rosita y Juani no pudieron dormir: Todos los animales de las granjas cercanas chillaban sin parar. –¿Qué pasa esta noche con tanto ruido?, se preguntaban.


Al día siguiente se enteraron de que un lobo había entrado en los gallineros y se había comido gallinas, huevos y hasta algunos conejos.
Estaban asustadas. -Tendremos que tener cuidado, dijeron Rosita y Juani.
Desde entonces, cada día cerraban muy bien la puerta de la cuadra para que no entrara el lobo.
Cuando encontraban algún animal que iba de paso, le ofrecían la cuadra para que pudiera descansar. Así conocieron a muchos animales.
Y a su cuadra la llamaron Albergue de las Dos Amigas. Y vivieron felices como dos buenas amigas muuuchos años.
FIN © Mª Teresa Carretero