Seleccionar página
Cristina y la Luna Lunera

Cristina y la Luna Lunera

 

A Cristina  le encantaba mirar el cielo por las noches. Su papá le había enseñado a reconocer las estrellas. Una noche fue con sus papás a la plaza del pueblo. Habían instalado un telescopio, y pudo ver las estrellas y la luna. Le encantó el color azul oscuro del cielo, cuajado de diminutas estrellas.

En el mes de agosto, pasaron una noche en la playa viendo las estrellas fugaces. Estarás muy contenta, de ver tantas estrellas, viajan muy rápido,  tienes que estar muy atenta para verlas dijo, su papá. En un segundo la estrella recorría el cielo y se perdía en el mar. Contó más de doce estrellas fugaces y a cada una  le pidió un deseo. Su papá le preguntó: Cristina, ¿qué deseos has pedido?  Es un secreto, dijo la niña, si lo digo no se cumple, papi…

Cada noche, miraba la luna desde su cama, le hablaba y se despedía de ella antes de dormir. Las noches que estaba nublado se entristecía,  pues no la veía. No te preocupes; tú háblale, que aunque no la veas, la luna, te ve a ti, le decía su mamá. Que suerte tienes, luna, de estar allá arriba: puedes jugar con las estrellas… te lo pasarás guay.

La niña tenía un secreto que no contó a su padre: le hacía mucha ilusión jugar con una estrella. Una noche le dijo a la luna: Oye, luna, tú que conoces tantas estrellas ¿podrías mandarme una para jugar?  No hace falta que nadie la vea; me basta con que venga a jugar conmigo.

Pasaron los días y no vino ninguna estrella.

Cristina pensó: a lo mejor la luna no escuchó mi ruego: puede que estuviera en el cumpleaños  de alguna estrella o  estaba jugando al escondite y no me oyó.

Una noche se despertó de pronto. Una luz le iluminó  la cara, qué raro… nunca la luna me ha iluminado así.

Descubrió que delante de su ventana había una estrella. ‘¿Cómo? ¡ no  puede ser! … ¡hay una estrella! La luna me ha mandado la estrella’.

Se levantó sin hacer ruido. Abrió la ventana y la estrella, entró en la habitación.

Hola, estrella, dijo Cristina: Te ha mandado la luna? -Sí… la luna te escuchó, y nos dijo a un grupo de estrellas ¿alguna de vosotras quiere jugar con una niña y ser su amiga? Y yo, que soy muy curiosa, dije: yo quiero ir a la tierra y jugar con ella. Esto es un secreto entre tú y yo. Nadie puede saber que  juegas con una estrella. Si lo descubren, me iré.  Es un secreto entre nosotras. 

Vale, –dijo Cristina-  nadie se enterará… no se lo diré ni a mi gato Pepe. Por la noche, cuando vaya a dormir cerraré la puerta y Pepe no podrá entrar… pero tendré un problema, porque  él  siempre duerme a mis pies…; bueno, ya veremos cómo lo soluciono.

 La noche siguiente, la niña impaciente esperaba a la estrella. Pero esta no venía; y pensó: ¡ay!, Todo  ha sido un sueño, o una broma de  la estrella.  Cuando  estaba casi dormida, una luz se paró delante de la ventana y oyó unos golpecitos: toc-toc.  

Se levantó y vio en un árbol a la estrella llamándola: ‘Que soy yo, que soy yo, abre’.

¡Ah!,¡eres tú! Entra, entra. ¿Cómo te llamas, : me llamo Rosa. ¿Cómo que Rosa?, dijo Cristina.

Sí, sí, es que tengo muchos colorines  y el rosa es el color que más se ve. Es verdad, dijo  la niña. Yo me llamo Cristina.

Desde entonces, todas las noches Rosa visitaba a Cristina. Aprendió a jugar al escondite. Le gustaba mucho, se escondía dentro de los libros de Cristina, en el armario, dentro del abrigo , que andaba solo por la habitación. De pronto el abrigo se iluminaba. .. ¡oh! ¿y esto qué es?, decía.  La niña y  la estrella  se reía:  ja ja ja…

A  veces se escondía entre las sábanas… y toda la cama se iluminaba.

O  se subía a la lámpara y se balanceaba en ella hasta que Cristina la descubría.

El escondite era el juego preferido de la estrella.  Decía: en la tierra tenéis unos juegos muy divertidos, jajaja.

El gato Pepe estaba muy extrañado : ‘ ¿Qué le pasa a Cristina que no quiere que duerma en su habitación? ¡Siempre he dormido a los pies de su cama!…  y se puso muy triste. Al  verlo así, tuvo que explicarle lo que  pasaba: mira, Pepe; por las noches viene una estrella a jugar conmigo  y yo le he prometido que no se lo diría a nadie.

 El gato dijo: Ah… ¿era eso?… pues no te preocupes, yo creía que ya no me querías. Te guardaré el secreto; me meteré debajo de la cama y  la estrella no me verá.  Y el gato Pepe volvió a dormir en la habitación de Cristina.  Un día le dijo  a la estrella: Pronto será mi cumpleaños: Me encantaría que te quedaras a dormir conmigo. Sería mi mejor  regalo. La estrella dijo: bueno, eso está hecho.  El día del cumpleaños  Rosa se quedó a dormir, cuando la venció el sueño se metió debajo de la cama. Pepe, el gato, que dormía sobre su cojín se pegó un susto tremendo,  al ver su luz, ¡plaff! alargó la mano para cazarla… y Rosa desapareció.

Pepe explicó a Cristina lo sucedido, y esta  lloró, pues pensó que la estrella  no volvería más y  se lamentaba: ¿cómo pude olvidar que  Pepe  dormía bajo la cama?.  No pensé que ella se asustaría al verlo porque no conocía los gatos. ¿ Qué haré para que vuelva mi amiga Rosa?  

Llamó a la Luna y le dijo: Luna lunera, soy Cristina; ayúdame porfa; Rosa, la estrella, se ha asustado porque mi gato Pepe se puso a cazarla y ya no ha vuelto más.

Dile que nos perdone, que queremos que vuelva y que sea nuestra amiga, que Pepe es muy bueno ,  que no le va a hacer nada.

A los pocos días oyó en la ventana toc-toc. Abrió corriendo. Era la estrella Rosa. Esta le dijo: fíjate, fíjate, llevo un esparadrapo del arañazo que me hizo Pepe. Cristina: le explicó que lo  había hecho sin  querer.

Pepe salió de debajo de la cama y le dijo; Rosa, estrella Rosa, perdóname: Es que los gatitos somos muy curiosos y todas las cosas que brillan o tienen colores nos gustan y queremos jugar con ellas. Yo quería también jugar contigo y ser tu amigo.

Rosa dijo: no te preocupes, Pepe, ya sé que a ti te gusta jugar al escondite como a mí; podemos jugar los tres juntos y divertirnos mucho. 

El gato, que era muy listo, le ayudaba a Cristina  a encontrar a la estrella, que se escondía como nadie. Cada vez elegía un escondite más difícil de encontrar. Una noche no la encontraban por ningún sitio,  y se había escondido… ¡en el ojo de la cerradura! Pepe fue quien la encontró.  

Algunas noches Rosa, la estrella, dormía en la habitación de Cristina, debajo de la cama junto a Pepe.  Cristina le agradeció siempre a la luna que le mandara una estrella para jugar y ser su amiga y todas las noches  cantaba muy bajito con Pepe antes de acostarse:

Luna Lunera cascabelera – debajo de  la cama tengo una estrella.

 Le mandaba muchos besitos de los dos. Se dormía diciendo: muchas gracias por la estrella Rosa. Y la luna desde el cielo le sonreía.

FIN                                       © Mª T. Carretero García

El Gato con Botas

El Gato con Botas

 

El molinero Pascual solo dejó a su hijo menor en herencia el gato de su granero. Como no tenía nada, pensó el muchacho en comerse al gato para no morir de hambre. Su gato era muy listo y le dijo: No se apure, mi señor. Deme usted una bolsa y unas botas para andar por entre los matorrales, y ya verá como esta herencia que soy yo puede hacerle rico.
Pascualín se dijo: dejaré hacer al gato, al fin y al cabo no tengo nada que perder. 
El gato, muy contento con sus botas, se fue enseguida a una madriguera y cazó un conejo. Entonces se dirigió al palacio real y le ofreció su caza al rey: He aquí, Majestad, un conejo de campo que el Señor Marqués de Carabás (nombre que el gato puso a su amo) le envía como presente, Señor.

Otro día regaló al Rey unas perdices y otras veces más varios obsequios. Así iba enterándose de los lugares por donde el Rey y su hija solían pasear. Solían ir por la orilla del río.
Tengo un plan muy bueno, dijo el gato a su amo; no tiene más que meterse en el río cuando le avise y en el lugar que yo indique y después déjeme actuar.
Paseaban una tarde el rey y su hija en su carruaje por la ribera y en cuanto Pascualín entró en el río, avisado por su gato, este gritó ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Que se ahoga el Marqués de Carabás!

De esta forma, Pascualín, desnudo, fue envuelto en ropas regias y subido al coche de caballos del propio rey.
El gato se adelantó a toda prisa hasta las tierras de un famoso Ogro. A los campesinos que trabajaban en ellas les dijo mostrando su espada: Amigos trabajadores, si no decís que todos estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os haré picadillo

Cuando llegó allí el carruaje del rey y les preguntó quién era el dueño de aquellas tierras, los trabajadores respondieron: Son del señor Marqués de Carabás, Majestad.

Al rato, el gato llegó al palacio del ogro y pidió ser recibido. Los guardias, desconcertados pues nunca habían visto un gato que hablase y además llevara espada, le llevaron ante su señor el Ogro.

El gato comenzó: He oído que tiene el poder de convertirse en cualquier clase de animal, por ejemplo, transformarse en león o en elefante. El ogro, muy orgulloso, dijo: efectivamente, y al momento se convirtió en un león dando rugidos. Y dijo el gato: Pero entonces le será imposible convertirse en algo pequeño, por ejemplo en ratón o rata.

Queriendo lucir sus habilidades, dijo el Ogro ¡Cómo que no! Ahora verás! Y lo hizo, quedando convertido en un pequeño ratón. En ese momento el gato lo pilló y se lo comió de un bocado.

Como había librado a todas aquellas gentes del malvado Ogro, el gato reclamó su palacio para el recién nombrado Marqués de Carabás y en él invitó al rey y la princesa.

Y meses después, Pascualín, ahora marqués, llegó a casarse con la princesa. El gato se quedó con su amo en el antiguo palacio del Ogro, como un señor y ya solo perseguía a los ratones para divertirse.

Adaptado y resumido por Mª Teresa Carretero  García