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El Caballito de Mar

El Caballito de Mar

Cristina pasaba las vacaciones de verano en el Mediterráneo con sus tíos y sus abuelos Antonio y Pepi. Ese año Cristina estaba muy contenta porque había aprendido mucho en el cole y había sacado buenas notas. De todos los trabajos que había hecho el que más le gustaba era el de Naturaleza. Le tocó trabajar el hipocampo, que es el caballito de mar. Buscó en Internet y en libros de ciencias, y vio muchísimas fotografías de hipocampos. Desde ese momento le interesó mucho el caballito de mar.

Una tarde el abuelo Antonio le contaba historias de cuando era pequeño y de cuando fue por primera vez a conocer el mar.

  -Abuelo: ¿Cuándo tú eras pequeño había caballitos de mar? – Huy, los había a cientos. Los niños y niñas los cogíamos y jugábamos  con ellos, con erizos, con estrellas de mar y con peces pequeños que buscábamos entre las piedras;  se llamaban zorros. También veíamos   doradas, lubinas y  langostinos. Bucear era muy divertido, porque veíamos muchos animales marinos. – ¿Y qué hacíais con ellos?. -Los metíamos en cubos y cuando nos marchábamos a casa, los soltábamos de nuevo al mar.  A mí me encantaba coger los caballitos de mar, tan pequeños y escurridizos: eran como un juguete. – ¿Y no te daba miedo cogerlos? – ¡Qué va!, el caballito enroscaba su cola, a mi me encantaba tocársela. Tenías que ser muy rápido porque de pronto la estiraba y te daba un latigazo que hacía daño – ¡Ja, ja, ja!.  -Claro, el animalico se defendía como podía. -Llevas razón Cristina.

 -Abuelo: ¿Y por qué ahora casi no hay caballitos de mar? – Pues porque necesitan que el agua esté muy limpia y ya has visto tú cómo los océanos y mares están llenos de basuras y plásticos que hacen muy difícil la vida animal- Es verdad. Abuelo: qué pena que estén desapareciendo, con lo bonitos que son.

Días después, estaba Cristina buceando en el mar. Vio  un caballito y lo siguió sigilosamente; el caballito se dirigió hacia unas rocas. Con muchísimo cuidado Cristina se aproximó y quedó encantada… había muchos caballitos de mar. Sintió una gran alegría y pensó: -cuando se lo diga al abuelo Antonio se va a poner muy contento. 

Sintió que le tocaban el hombro y asustada se volvió rápidamente para defenderse. Vio a un niño que le hacía señas para que saliera a la superficie. ¿Has sido tú quien me ha tocado el hombro? -Sí he sido yo. – Pues me has dado un buen susto. –Lo siento, no quería asustarte, me llamo Lorenzo. – Yo Cristina.

Estabas entrando en  nuestro “ santuario de caballitos de mar”

-Perdona, ¿vuestro santuario? Repitió Cristina  – Sí: hace años que una asociación del caballito de mar trabaja para que no desaparezca y yo formo parte de esa asociación. Somos un grupo de voluntarios. Tú estabas adentrándote en el santuario, que es secreto: nadie sabe dónde está y lo ibas a descubrir.

Tenemos miedo de que la gente sepa su ubicación y los caballitos se marchen o, lo que es peor, que los cojan y se los lleven. – Encontré un caballito por casualidad y lo seguí. Eso es todo. -Ya lo sé: te vigilaba desde hacía un rato.

-Háblame de esa asociación. – Verás, somos un grupo cada vez más grande de personas mayores, jóvenes y niños: unos son biólogos, otros amantes de la naturaleza, ecologistas,  amantes de los caballitos de mar: queremos que no desaparezcan.

Nuestra sede está junto a la biblioteca pública. Nos reunimos y hablamos  no solo de los caballitos, sino también de otras especies que están en peligro. Contamos cuentos para que los niños y niñas sepan que el mar es de todos. Les enseñamos que no se debe ensuciar la playa, porque esa basura va al mar y los peces se la tragan y mueren. – Pues hacéis un trabajo muy bueno. – ¿ Qué tengo que hacer para ser socio de la asociación de “hipocampo, el caballito de mar”?. – Pues venir a nuestro local; ah, y puedes traer a quien quieras de tu familia.   –Estupendo. Se lo diré a mis abuelos, ellos dicen que hay que cuidar el mar porque es de todos.

 FIN  © Mª Teresa Carretero García